Cuánto me gusta ese ideal,
ese ser imaginario
que surge de una mera profanación
del ser en sí.
Y le escribo estas palabras vulgares
mediocres, presas.
Pero no tengo más palabras que escribir
ni más que hacer
que idealizar lo idealizable.
La maleabilidad de mi sombra
se la atribuyo a esa sonrisa impúdica,
a esa melodía grave,
a los abismos de la vida misma.
¡Y qué culpa tengo yo!
Deslumbrar es tan difícil
como fácil es ser deslumbrado.
Y escribir sigue siendo tan difícil
como lo es no ser deslumbrada
por los ángeles terrenales.
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